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LOS FUTBOLISTAS DIRIGIDOS POR DEL BOSQUE SE ENFRENTAN, DE NUEVO, A LA HISTORIA

España afronta su cita con la leyenda como favorita frente al cansancio y las encerronas de Holanda y Chile

 (Foto: Efe)
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(Foto: Efe)

La selección española arranca su andadura en el Mundial carioca con la mente puesta en cerrar un ciclo histórico con un hito legendario. Los pupilos de Vicente del Bosque dejaron en Sudáfrica atrás la presión del novato en las lides mundialistas y, ahora, con más calidad que físico, se entregan al estilo de posesión mejor pulido de este deporte para evitar la guerra de guerrillas que plantean holandeses y chilenos.

Dijo Vicente del Bosque, el alfarero que continuó del proyecto del artesano Luis Aragonés que cambió el paso histórico de España en la élite del balompié internacional, que contemplaba la posibilidad de chocarse con el muro de la saciedad como uno de los principales obstáculos en el desembarco de la expedición española en territorio brasileño. “Nuestra labor es advertirles del peligro que corremos, que no creamos que vamos a ganar ahora por haber ganado antes o que eso supone que va a ser más fácil. Creo que lo tienen asumido, pero los ojos de ellos después de haber ganado tanto no son los mismos que cuando empezaron”, diagnosticó el encargado de trazar con precisión las fronteras entre confianza, sensación de autosuficiencia, relajación, compromiso, humidad, experiencia y concentración en el equipo nacional y no en el contrato a firmar para la temporada que empieza en dos meses.

Porque presión, el muro de cuartos de final y complejo histórico de inferioridad ya no son conceptos que se conjuguen en el ilustre vestuario que se mide a Holanda este viernes . Estas imágenes, grabadas a fuego por la sangre derramada en todas las batallas anteriores a la expedición austriaco-suiza de junio de 2008, quedaron relegadas al olvido más absoluto en el proceso de implantación del modelo de plantilla y estilo de juego con el que Xavi Hernánez asegura que van a “morir o alcanzar la gloria” en Brasil, en las próximas semanas. Y sobre el arquitecto que aglutina y evoca toda una aglomeración de éxitos y admiración en torno a su club y su selección recae el núcleo de la irresistible atracción y los límites terrestres con los que España ha arribado a esta cita en el mejor escenario posible para hacer saltar la banca.

El cerebro más lúcido que ha visto crecer y brillar el fútbol español en toda su trayectoria histórica lleva sobre sus hombros el desgaste de una temporada comprimida por capricho del combo Fifa-corporaciones con derechos de explotación televisiva. El “4” paradigmático en cualquier manual de fútbol ejemplifica la relevancia que este Mundial entrega al apartado físico. El diseño implementado por patrocinadores y la Federación Brasileña de Fútbol (con Scolari, el tahúr que entregó a Diego Costa al regocijo de las bilis nacionalistas cariocas, en el discreto sillón de mando) no solo despliega una suerte de sarcasmo vengativo para los intereses españoles, sino que resulta un factor que cabría interpretar como decisivo en el balance de las opciones de caminar lejos de España en este campeonato asilvestrado. El césped luce verde y alto, muy alto, para frenar la pelota y, con ello, la velocidad de combinación de los equipos que mejor acarician las posesiones largas de pelota; además, el tamaño de la hierba brasileña forma la extraña pareja extradeportiva con las condiciones climáticas —las selecciones se enfrentan a cambios de 10 grados de temperatura entre los lugares de entrenamiento y los estadios donde disputan los partidos en virtud de la riqueza climática y vasta extensión en superficie del país-continente que acoge este torneo-, eleva el nivel de exigencia anatómica generando el perfecto fango para erosionar el físico de los futbolistas con muchos minutos de calidad en sus piernas -Iniesta, Xavi, Busquets, Sergio Ramos, Xabi Alonso, David Silva figuran en esta lista de posibles damnificados- y sentenciar a los que portan lesiones musculares al lado de las camisas en su maleta.

El círculo de elementos ajenos a las cualidades técnico-tácticas de los equipos se cierra con el Brazuca, la pelota que, si bien no iguala la jugarreta que supuso el diseño sudafricano para los porteros, extiende su contaminación a todo el ancho y largo del terreno de juego. Con un césped tan lento como se espera, incluso España podría verse obligada a flexibilizar el dogma por el que Xavi apostaría la vida y buscar desplazamientos aéreos. No sería descabellado esgrimir esta herramienta ante planteamientos como el holandés o chileno -los primeros con los que experimentará la selección española la adaptación a esta atmósfera-, destinados sobre el guión a ahogar la salida de la pelota nacional con intensas y elevadas líneas de presión, cimentadas sobre la superioridad física de sus huestes. Pues bien, Piqué, Xabi Alonso, Ramos, Jordi Alba o Azpilicueta -presumible retaguardia titular- disfrutarán de la ligereza —valga este eufemismo- del Brazuca y rezarán para que esa levedad de la pelota no les juegue una mala pasada en cada pelotazo siniestro del oponente.

 

 

Se baraja un puñado escaso y específico de dudas sobre las variantes que Del Bosque ejecutará sobre el estilo inherente e irrebatible. La inferioridad del fuelle español -para desgracia de la selección y alborozo de los clubes domésticos en esta frenética temporada- obliga a Vicente a contemplar la opción de anclar un nueve entre los centrales rivales para desahogar el asedio defensivo al que se presume someterán los rivales de alto nivel que aguardan en esta fase de grupos. Además, la convocatoria del seleccionador representa la coherencia en esta alternativa al juego de toque con la presencia de dos delanteros de notable similitud: Diego Costa y Fernando Torres. El esbozo de partido enfoca la luz en la figura de estos puntas con largo recorrido, corpulentos e inteligentes en asegurar la salida de su equipo con maniobras de aguante en la medular. Este salvoconducto se une al largamente debatido “falso nueve” que arrodilló a Italia en la pasada Eurocopa. En el plan cabe el uso del faro único y fijo para los tramos complicados y primeros partidos y el segundo, por su asociativa, antoja razonable su uso para el punto en que España crezca a través del paso de los minutos y partidos. La exuberancia física de los puntas mencionados es un extra a considerar como ungüento al ecosistema de este Mundial.

El estado de inspiración de piezas capitales como Iniesta, Silva, Cesc, Xavi y Mata representan el pivote sobre el que girará el esplendor español en la cita brasileña. La clase, técnica —individual y colectiva-, inteligencia y visión de juego siguen destacando a la selección de Del Bosque como la mejor dotada para la victoria con manejos amplios de posesión de cualquier campeonato que se presente por delante. Incluso, de la capacidad asociativa y economía de movimientos sin balón en base a la inteligencia colectiva y la ocupación útil de espacios con la pelota, nace la gran esperanza española ante el flato, la humedad, los calambres y demás fantasmas que sobrevuelan el despacho del doctor Cota desde la salida de Barajas. No hay otra forma que no sea morir con la pelota, con su cuidado y absoluto control. La relación es simple: más posesión, menos cansancio propio; más posesión, más cansancio rival.

Pero la fórmula no resulta novedosa. Con estos argumentos ha hecho historia España en la última década. Lo que si asoma como preocupante es la ausencia de un plan B en la expedición. Jesús Navas y Fernando Llorente han ejercido el rol de microondas revulsivo en los entorchados españoles bajo la batuta de Vicente. Sin embargo, el técnico no ha tenido a bien incluir estos dos peones en la relación de elegidos, mutilando buena parte de las variantes tácticas que tanto respiro ofrecieron en el pasado. Quizá con objeto de reforzar las especificidades ambientales y de los rivales tipo -entiéndase este estándar a la potencia física, presión intensa, contraataques puntiagudos y guerra por decantación física que comparten Brasil, Holanda, Chile, Francia, Bélgica o Argentina-, y otorgando veracidad a la modificación del autobús y a esperar una contra con la que los oponentes han confrontado la calidad española que se atisba en territorio carioca, la velocidad combinativa definirá los posibles de España en cada choque que enfrente.

La combinación de Alba-Azpilicueta se asoma como la favorita, decantándose entonces por dos carrileros con físico para subir y bajar, llegar a líneas de fondo y cerrar. Incluso, sumar dos piezas más a la superioridad en el centro del campo; Koke como adalid del balón parado habrá de esperar su momento si Xavi no doblega su voluntad por razones físicas; Villa, con un sensible descenso en el protagonismo de los planteamientos o guiones pre-partido, habrá de adaptarse con goles a la corriente que marquen los eventos; y los secundarios no pueden sino concentrarse en aportar oxígeno y claridad en escenarios enfangados, que no es poca exigencia. Parece que Cazorla y Pedro configuran la versión de emergencia española por su exotismo para con el estilo pausado, cerebral y estético con el que partirá España en el arranque de cada envite.

Así pues, como en los anteriores acontecimientos de inimaginable éxito, España empieza su camino como favorita, ya que, con la boca llena, no hay quien pueda afirmar que si el físico acompaña, el peor enemigo de la selección nacional es su propia condescendencia y horizontalidad. No hay rival más duro que los propios vicios. Allí afuera esperan Robben, Sneijder, Van Persie, Alexis, Arturo Vidal, con bloques rocosos, que exigen concentración sin pelota y virtuosismo en el apartado ofensivo. Sin embargo, la exigencia en este campeonato no es mayor que la de derribar las barreras psicológicas históricas del 2008 y 2010. Por delante, partidos largos, cansancio acumulado y la leyenda. Vicente del Bosque ha de encontrar pasadizos en los malos momentos y alimentar esos ojos de los que han regresado victoriosos de todas las batallas.

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