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LOS PUPILOS DE VICENTE DEL BOSQUE NECESITAN LA VICTORIA 

España se juega su permanencia en el Mundial de Brasil en busca de certezas y ante la incómoda selección chilena

 (Foto: Efe)
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(Foto: Efe)

La selección española se mide a Chile (21:00/Telecinco y GolT) con la obligación de arrancar los tres puntos para seguir construyendo su camino en el Mundial brasileño. Del Bosque maneja varias modificaciones que, si bien no transforman el estilo, dejarían en el banquillo a algún “intocable”. La intensidad y el orden chilenos complican el guión español, que, además de controlar la posesión, cuenta con la urgencia imperativa del triunfo. Ganar primero y convencer, en último término.

Una de las responsabilidades capitales que asume un entrenador o seleccionador nacional es la gestión de las transiciones y el manejo de la temporalidad del proceso de transformación de un ciclo a otro, resultando la presente tesitura que interrumpe de manera abrupta la calma de la selección española un ejemplo del supuesto de la más erosiva digestión: la necesidad de amortiguar la depresión post gloria. Esta ardua labor, que obsesiona y define el calado histórico de un técnico, queda atravesada transversalmente por dos concepciones antagónicas. La primera concibe el deterioro de la fórmula de cohesión del vestuario ganador como uno de los riesgos a asumir, interpretando la necesidad de revolución nominal de las piezas e, incluso del estilo de juego a implementar; la segunda, por contra, excluye la sustitución radical de piezas como una opción a considerar y se alinea con la negación -también nombrada en este escenario como la posición inmovilista-. La historia del balompié nacional destaca entre sus páginas de oro a Luis Aragonés, figura icónica del primer postulado, que cargó con el fantasma de Raúl antes de que el tiempo hiciera justicia con su valentía. Vicente del Bosque, que cuenta ya con un lugar en la cima del deporte español, todavía no ha escrito esta página en su trayectoria.

Tras la terrible derrota ante los Países Bajos en el debut del Mundial brasileño, que subrayó con notable crueldad algunos de los apartados menos trabajados de España por su entrega espiritual al monopolio de la posesión del balón, el seleccionador repasó, públicamente, las aristas que hicieron sangran la imagen de la dominador de la última década del siguiente modo: ante el descenso sufrido en la capacidad física de su plantilla, señaló, en tono grave, que descartaba la existencia de dicha variable; sobre la posibilidad de reemplazar a los veteranos que no llegan en plenitud de condiciones, con Xavi como principal señalado, el preparador defendió que “no tenía fuerza moral para dejarlos fuera”; y en torno a la palpable escasez de mecanismos colectivos cuando no se disfruta de la posesión, es decir, en labores defensivas, Vicente apuntó que “no encuentro palabras para decirte y hemos sido siempre un equipo que no hemos tenido sello defensivo”. El técnico sobre el que pesa el futuro inmediato de la selección en Brasil cerró el diagnóstico confesando que le resultaba “absolutamente inexplicable” haber encajado cinco goles. Toda esta amalgama de evasivas llegó a través del micrófono público. El correr de los acontecimientos definirá si este relato obedeció a una suerte de estrategia maquiavélica con trabajo interno de rehabilitación táctica y de planteamiento o, simplemente, Del Bosque no encontró explicación y, por ende, cura, al sonrojo holandés que es extensible a los últimos estertores del núcleo de un estilo inimitable.

Lo que sí identificó el seleccionador es el acantilado psicológico por el que se despeñó la otrora inquebrantable confianza de España en la calidad propia y la superioridad a través del dominio de la pelota. “El 1-2 deprimió muchísimo al equipo”, explicó en la resaca de la debacle, momento en el que también reconoció que no consiguió mantenerse despierto para analizar, en vivo, el duelo entre Chile y Australia: “Cuando llegamos (al hotel) vi el partido contra Holanda, también el Chile-Australia y me quedé dormido. La tele se quedó puesta toda la noche”. El seleccionador arrancó la hoja de ruta para reconducir la maltrecha situación de equilibrio del bloque español acometiendo el camino que ha conducido a Vicente hasta la leyenda: el aspecto psicológico. “Barbacoa y buen rollo”, titulaba la prensa dos días después del sonrojo.

Llegados ya a la previa de la puesta en escena de la primera final que España debe afrontar de cara a no ceder el trono de manera prematura, Del Bosque asegura tener “claro” el once inicial, en el que, recalca, habrá “posiblemente algún cambio”, aunque se guarda con celo su apuesta ante la “Roja”. Amanece sobre la mesa la posibilidad de sacrificar, como ya hiciera en Sudáfrica, la calidad exenta de sacrificio y velocidad de Silva. Mover el peón del delantero centro potente, que abre huecos y tira desmarques profundos desde campo propio, no se antoja como una apuesta factible, ya que Chile, por condición identitaria y acopio de la experiencia holandesa para su aprendizaje coyuntural, tratará de presionar muy arriba, con la defensa en la medular, para encerrar el campo de influencia española y limitarlo a 30 metros. En ese sentido, Costa o Torres parecen tener la partida ganada, de nuevo a Villa, aunque la inclusión de Pedro, eterno revulsivo, ahondaría en esta figura ofensiva. En pro del refuerzo de la franja creativa conectada con el equilibrio podría aparecer el “4” sobre el tapete. Fábregas eleva el nivel táctico con su sabiduría entre líneas, pero, ¿dónde entraría en juego el nuevo cerebro del Chelsea de Mourinho?

 

 

La fórmula de la transformación se detiene entonces en la gestión de los “mitos” que Vicente ejecuta. El seleccionador, que mutiló la opción de refresco sentando a Xavi o Piqué por no gozar de “fuerza moral para dejarlos fuera” en base a la hoja de servicios pretérita, entiende la suplencia de los iconos del legendario ciclo ganador como una especie de falta de respeto. En este punto se le plantea al seleccionador un dilema conceptual, ya que, si bien no resulta sano para el grupo ni válido en pos de realizar un análisis certero individualizar los fallos, el organizador y el central blaugranas no desarrollaron su mejor actuación con la camiseta española -valga este eufemismo-. Dando por sentado que el dogma del estilo permanece inamovible -y el hecho de que en pleno Mundial, casi bailando cual trapecista sobre la cuera, quizá no resulte el mejor escenario para emprender un cambio de guión de juego-, la rumorología arroja hacia los focos del protagonismo el cambio de nombres y de edad media sobre el césped. Javi Martínez y Cesc -o Koke- representan los aires de cambio sin transformación. La inyección de pulmones y fondo físico que apuntale el maltrecho equilibrio colectivo español si Jorge Sampaoli, como se presume, trata de ahogar la circulación nacional desde su salida primitiva. He aquí el primer brochazo que definirá a Del Bosque en la transición post gloria española. Los mitos románticos o las necesidades pragmáticas.

El rival ante el que solo cabe la victoria para evitar otorgar la opción a los neerlandeses de culminar su venganza “eliminando” a España con un “pacto” con los latinoamericanos de cara a la última jornada de la primera fase, asemeja su propuesta a la evolución del rival tipo al que ha enfrentado su clase la selección en sus éxitos recientes. Si bien, en plena ebullición de la filosofía del Barça de Guardiola, la estrategia del oponente de turno se resumía a ordenarse atrás, replegar, esperar y crecer alimentados a través de contraataques o jugadas de estrategia, Chile se presenta con una evolución de este guión: presión agresiva e intensa en cancha rival, verticalidad a través del robo avanzado con frenéticos puntales en las bandas y calidad en el último cuarto de campo para encauzar el flujo de juego. Nada de achicar balones en el balcón del área propia.

El crecimiento de Arturo Vidal -que llega tocado a la cita- otorga, además, un poso de seriedad al proyecto en el centro de campo que viene refrendado con el renacimiento de Valdivia, fino mediapunta con clarividencia ofensiva en la distribución y la llegada. Alexis Sánchez se mueve en el centro del ataque, combinando su plaza con la de Eduardo Vargas, el delantero veloz del Valencia, para confeccionar el perfecto alineamiento ofensivo para un bloque destinado a presionar, robar y salir rápido. Si bien la propuesta chilena podría virar hacia una zaga de tres centrales -que incluiría al osasunista “Gato” Silva como líbero- con los carrileros Mena e Isla apostados en labores defensivas, el plan inicial no parece ceder demasiado terreno a la combinación española. La cohesión colectiva dificultará la entrada española entre líneas, por lo que los desmarques al espacio y la inclusión de los laterales para generas superioridades en la circulación en la medular representan elementos a tener muy en cuenta para arrancar una victoria vital.

La fría estadística indica que España nunca ha caído ante el bloque chileno en competición oficial -10 partidos, 8 victoria y dos empates- y que en la era Del Bosque nunca encadenó dos derrotas seguidas. Maracaná desentrañará si España consigue salvar este evento con ilustre desempeño, con algún mito en la banca o si, por el contrario, se escenifica, en modo definitivo, la necesidad de relevo de ciclos. La guerra de estilos regresa a escena con más dudas que certezas para una selección española que ya dudó en Sudáfrica tras el accidente ante Suiza, pero que se sabe vulnerable tras la derrota, sin elementos accidentales decisivos, ante Holanda. Cabe esperar una reacción brillante de fútbol ofensivo de aquellos nombres que han encumbrado al deporte patrio desde 2008, pero, también cabe concebir la reproducción de los errores en labores de fontanería de los escultores poco acostumbrados a esas labores. Chile medirá, con extraordinaria urgencia, si Del Bosque empleaba una estratagema dialéctica al mostrar flaquezas analíticas tras el debut fallido. Noventa minutos para recuperar el cetro y la luz de referencia histórica o sufrir un resbalón de proporciones irrebatibles. Con más o menos balón, mejor o peor estética en el juego, ya solo valen los tres puntos.

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